lunes, 15 de febrero de 2010

Saber alimentar el cerebro


Reduce la probabilidad de desarrollo de demencia asociada a enfermedades neurodegenerativas, gracias a una dieta sana y equilibrada, sí su efecto es mejor que la ingesta de numerosos suplementos para prevenir la pérdida de memoria.

El olvidar las llaves dos veces al año se entiende como un descuido; que no alarma a nadie, no recordar la fecha de cumpleaños de nuestro seres queridos, se disculpa por la vida tan estresante que llevamos, darse cuenta de que un día no se ha cenado y otro no nos hemos duchado porque "se nos ha pasado" preocupa. Si bien en algo se está de acuerdo los científicos es que el cerebro es uno de los órganos más complejos del cuerpo humano y la memoria es una de las disciplinas que más se estudia desde diferentes ámbitos, entre ellos el de la alimentación.
La frase tan conocida "come pescado que es bueno para la memoria" parece no ser suficiente y se está recurriendo a otros tipos de alimentación.

El cerebro humano consume el 25% de la glucosa y el oxígeno que precisa el organismo.

De ahí que se investigue el papel de ciertos nutrientes y de plantas como el Gingko biloba o el ginseng en la función cerebral ante el creciente deseo de mantener el intelecto, la memoria, la concentración y la capacidad de aprendizaje con, o a pesar de la edad.
Se ha constatado la necesidad de la glucosa como nutriente preferentemente de las neuronas (las células especilizadas del cerebro), los fosfolípidos y ciertos antioxidantes (vitaminas y polifenoles) son los componentes dietéticos más estudiados para optimizar el rendimiento cerebral y cognitivo.

Pero no sólo interesa el refuerzo de la función cerebral y de los procesos cognitivos que merman con la edad -alteraciones leves de memoria, de atención, lentitud en la ejecución y solución de problemas asociados al envejecimiento normal o a consecuencia del ritmo estresante de vida- y que dificultan el funcionamiento en numerosas actividades. Una importante línea de investigación está dirigida a examinar el impacto de los nutrientes -en mayor medida su deficiencia- en el desarrollo cerebral infantil.

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